Tuesday, April 8, 2014

- "Era una mujer que tenía unas botas rojas, siempre la veía entrar y salir de su casa con esas botas.", pausó,
"¿Quién en su sano juicio se compraría botas rojas?" exclamaba mi madre al describir a una de las amantes del vecino.
Podía oler mi niñez saliendo de la cocina. La cuchara de madera golpeando el perol, mientras el sonido me acogía entre memorias.
Era la típica sopa de verano que con el sudor en la frente, hacía la comida mas salada, pero deliciosa.

-"Y luego, una que tenía un carro viejo que jadeaba al arrancar siempre a las 11:00 PM en punto, ni un minuto menos, ni un minuto más", seguía mi madre con sus historias, mientras nos servía la sopa y se sentaba. "Parece que su marido se había ido desde hacía mucho tiempo a tierras lejanas. La pobre mujer se sentía muy sola". Era gracioso cuanto mi madre sabía o inventaba sobre tales mujeres, y a pesar de mi curiosidad, jamás le pregunte.

El día se sentía como un domingo, a pesar de que fuera pleno martes, las calles del pueblo se veían casi dormidas, como cuando uno solo saluda al sol desde la ventana, con las pijamas puestas y el pelo recogido.

La sopa, como siempre, me sabía a vida misma. A pesar del calor, mi cuerpo lo disfrutaba.

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