Tuesday, August 20, 2013

Y a la vez tan lejos

Aquello se volvía aún más fuerte.

Desde su banca podía ver los árboles moverse, la brisa acariciaba suavemente su rostro. Eres tú, se que eres tú, pensaba mientras lo sentía tan cerca, mientras que con el ritmo de sus latidos y de sus esperanzas repentinas, todo aquello se volvía aún más fuerte.

Lo sentía en el viento mismo, veía el cielo y estaba ahí, observaba sus zapatos viejos y también lo encontraba en ellos. Se le dificultaba respirar, era como si el universo entero habría colapsado y concentrado su luz, su ardorosa pasión en ella.

Las hojas frías, el encanto del anochecer, la nube gris que se acercaba a tapar las estrellas, todo penetraba en ella como si lo pudiese sentir, como si pudiese estar tan cerca que podía escuchar su respiración. Aquel ser vivía dentro de ella, se había construido un hogar, con una cama y hasta sabanas para arroparse tan dentro. Le aturdía tal sentimiento, la dejaban sin aliento, pasmada a las insignificantes cosas que se sentaban por doquier.

Sus alrededores tomaban su forma, su color, su voz.

Se disolvía entre el recuerdo de sus melodiosas palabras, entre tan exquisitas tentaciones, tan extraño a lo que alguna vez pensó llamar amor.

Eres tú, te siento, amor mío, preguntándose a la vez del paradero de tal sueño.

Pasaban ya los últimos pájaros buscando su lecho, y podía sentir tocar el otro lado del mundo, con sus pies aún pisando el mismo pavimento, se escondía detrás de la fe al pensar que podría palpar sus labios con tan sólo cerrar los ojos, y que necesitando tan sólo un segundo podría volver a nacer sobre ellos y hacerlos suyos.

Y a la vez tan lejos, concibió entre sus fantasías.

Wednesday, August 14, 2013

Bajo la misma Luna

Encendía un cigarrillo lentamente mientras se sentaba en una de las dos sillas que tenía en el balcón, observó la otra silla y rápidamente hacia la ventana al lado de ella.

Eres lo que más deseo en el mundo, pensaba.


Podía imaginar su reflejo tímido, vivo en el vidrio sucio.


Porque soy,
porque no soy.
Porque sin ti no encuentro relatos que contar,
ni poesía que escribir.
Porque contigo me encuentro y me pierdo.

Pero, bajo la misma luna, se alentaba, mientras volteaba su miraba al cielo.


Eran sus palabras lejanas y esporádicas, que la hacían acomodarse entre suspiros.


Quiero sentirte. Quiero tocar tus latidos, dejar que tu aliento me acoja, se tocaba el pecho, inundada en pensamientos casi desesperados, entre impulsos de inventarse alas llenas de cuentos y salir a buscarlo, buscar a quien se encontraba bajo la misma luna. Así de cerca debes encontrarte, se alentaba constantemente.


Veía el humo del cigarrillo escaparse entre anhelos, entre pequeñas confesiones, y un apetito enorme de perderse entre sus caricias.


Dejaste tu imagen, que aspira a extraviarse entre recuerdos, grabada en mi corazón. Sentía su palpitar agravarse. En ese mismo que te robaste, sin preguntarme antes si lo iba a necesitar para otras cosas.


Se detuvo a observar las cenizas sobre su vestido por un momento, sus pensamientos la sumergían en descuidos.


Se levantó rápidamente, sacudiéndose, lanzó el cigarrillo con quien habría compartido su más intimo momento. Con una última mirada a su reflejo, y un último suspiro, caminó hacia su realidad. Habían cosas más importantes que hacer. Pero, bajo la misma luna, se dijo una vez más.




Friday, August 9, 2013

Te Espero

Se quedaba viendo al lado opuesto de su silla, cómo sin respuestas al vacío, a la desesperada melancolía de
lo que no estaba ahí.
Era su razón, no la dejaba pensar más que en ello.
Aquellos ojos penetrantes, tan oscuros cómo la noche, marcaban caminos sin recorrer. ¿Acaso eran tan oscuros que eran capaces de guardar secretos infinitos?
Serían aquellos ojos que quizás jamás vería. Esas manos que la dejaban frías por su ausencia.
¿Quién eres? , se preguntaba.
Se tocaba la punta de los dedos con ellos mismos, y dudaba de su cuerpo, de su piel. Era otra cosa pensante, o un cuerpo caminante, falto de recuerdos y sueños cumplidos.
A veces la duda era más profunda: creo ser invisible a mi propio corazón.

Era un hombre misterioso, sus pasos sin huellas, sin el intento de ser encontrado. Sus años y experiencias lo habían dejado un tanto vulnerable a las cosas inevitables e irónicas de la vida. Con su puño y letra dejaba marcado su sentir, lo que alguna vez fue.
¿Quién soy?, ¿acaso soy?, se preguntaba.
Pensaba amar como nadie, pero lo escondía en lo más profundo de su ser, lo sabía tan solo un papel, tal insignificante papel.

Ella sentía cerrarse al mundo. Nadie parecía llenar esa silla. La incertidumbre la ensordecía vilmente.
No quiero saberte, pensaba, o esperarte más.
Sin embargo, se sentaba sobre la madera vieja como si fuese hogar, no se sentía cómoda en ninguna otra parte que no fuese el ocaso de lo improbable, lo que más añoraba. Empezaba a sentirse pequeñita.

No hay nada que me mueva, se decía el hombre a sí mismo, bajo el atardecer reflejado sobre las hojas de los árboles. Repetiré tu nombre y me dejaré morir con el, las horas y los vientos de otoño, cómo de esos otoños que he querido dar por olvidados, de esos en los que te escuchaba decirme que me amabas, murmuraba.